Los niños son pequeños baúles de sorpresas y de enseñanzas, si paramos para observarles, escucharles y seguirles, aprenderemos mucho más de ellos, que ellos de nosotros.
Pero parece que a veces concebimos el proceso de aprendizaje como una calle de un solo sentido. Nos convendría dedicar más tiempo a aprender de los niños, y menos a enseñarles.
Los niños son espontáneos. No analizan ni elucubran cosas. Simplemente se mantienen ocupados siendo ellos, siempre viven fascinados, son curiosos: una piedra, un charco, un escarabajo o un charco, es una fuente asombrosa para ellos. Todo es una experiencia nueva y emocionante. Los adultos nos desconectamos y ya no entendemos de rocas, insectos, charcos ni ratones. Aún podríamos aprender mucho de estas cosas, pero el problema es que, al llegar a la edad adulta, olvidamos cuán mágico es este planeta. Los niños son alegres, curiosos, espontáneos, mágicos... ¿donde hemos dejado esta capacidad de sonreír y reírse de uno mismo?
¿cuándo hemos dejado de ser niños?
Os dejo este vídeo, es la relflexión de un niños sobre los adultos, es fantástico, no dejeis de verlo.